«No importa lo ocupado que piensas que estas, debes encontrar tiempo para leer, o entregarte a una ignorancia autoelegida». Confucio.
Ese reloj se ha vuelto a estropear, ¿son las tres de la tarde?, ¿fuera estará oscuro? O quizá la persiana esté bajada y sea de día. Me incorporo e intento encender la lámpara, pero no funciona. Me levanto, busco a tientas el mechero del cajón de mi mesilla y me dirijo hacia la caja de fusibles, probablemente sea lo único que entiendo de electricidad, pero para mí suficiente. Para mi sorpresa se encuentran todos hacia arriba, como debe ser, también me sorprende lo rápido que he bajado al sótano, no me han crujido las rodillas, ni he tropezado en las escaleras. De repente, todos mis sentidos se centran en la parte más oscura y sombría, y a la que procuro no acercarme ni de día porque siempre he notado un escalofrío cuando estoy cerca, me parece que hay algo oculto en su interior, pero hoy, en este preciso momento, esta noche o este día, he visto como algo se ha movido allí, si, no es mi imaginación, sé que no lo es, debo guardar la calma, a pesar de tener como única arma un mechero que no puedo encender por más tiempo porque me abrasa los dedos, ya no puedo más, el pánico se apodera de mis músculos, intento correr, subir las escaleras, pero no puedo, algo me paraliza, me atrae hacia la oscuridad, intento gritar, pero una fuerza extraña ha congelado también mis cuerdas vocales, intento gritar de nuevo, una y otra vez, pero mi voz no aparece, sigue atrapada en mi garganta, miro hacia atrás y lo veo, esa cosa que me acecha, día tras día, está aquí de nuevo, esta vez ha llegado demasiado cerca, puedo notar su respiración, la siento más cerca que nunca, puedo imaginarme sus formas. Mis pupilas tardan en adaptarse a la oscuridad, pero puedo sentir, Oh!, no puede ser, ya está aquí…